

SANGRE Y CENIZAS
<<Descendieron desde los cielos nublados de una manera que nunca imaginamos posible; implacables, invencibles. Destruyeron todo a su paso, todo lo que había a su alcance. Atacaron sin piedad con todo su poderío, con su fuego antinatural, quemándolo todo cuanto había. Destrozaron nuestros templos, nuestros hogares, nuestras escuelas y hospitales por igual. Se llevaron a nuestros hijos y después a sus madres, y nos fueron venciendo de a poco. Sólo quedamos un puñado, intentando respirar a través del humo tóxico de sus gases extraños, asfixiándonos lentamente.
No eran animales como los demás. No eran criaturas devotas de nuestros dioses, los dioses de la tierra. No. Eran bestias. Monstruos despiadados cuyo único afán era el de someter, dominar y poseer. Eran demonios asesinos, con corazas más duras que cualquier roca, y los ojos sanguinolentos impregnados de ira y odio.
Pero nos cansamos. Los que habíamos quedado en pie, otrora pacifistas, decidimos no permitir ni un día más de esas atrocidades. Y los matamos. No dejamos ni uno, para que ninguno más de los nuestros tuviera que sufrir en un futuro lo que sufrimos aquel día. Ellos nos habían atado las alas, pero aún así los matamos a todos. De su paso por esta tierra sólo quedaron manchas de sangre, y las cenizas. Y cuando por fin no quedó ni uno solo de esos humanos asesinos, los dragones pudimos volver a vivir en paz.>>
Tinta (bolígrafo) sobre papel.